Posts Tagged ‘ Cristóbal de Morales ’

‘Requiem’, de Cristóbal de Morales

Na passagem do quadringentésimo sexagésimo oitavo aniversário da morte de Cristóbal de Morales [c. 1500 – 1553], compositor de música sacra do Renascimento espanhol, considerado o principal representante da polifonia da Andaluzia durante a primeira metade do século XVI e, a par de Tomás Luis de Victoria e Francisco Guerrero, um dos grandes Mestres do Século de Ouro Espanhol, a primeira parte do Offertorium – Domine Jesu Christe, Rex gloriae,  extraído do Requiem, interpretado pelo Ensemble Musica Ficta, conjunto espanhol dedicado à interpretação da polifonia do Renascimento e do Barroco, com especial atenção para a música espanhola do século XVI, fundado em 1992 pelo seu maestro Raúl Mallavibarrena.


Album: Cristóbal de Morales: Requiem (Enchiriadis, 2021)

‘Missa Nunca Fue Pena Mayor’, de Francisco de Peñalosa

Francisco de Peñalosa [Talavera de la Reina, c . 1470 – Sevilha, 1 Abril 1528], sacerdote e compositor espanhol do Renascimento, foi um dos mais dignos de admiração dentro da geração anterior a Cristóbal de Morales. Da obra de Peñalosa foram preservadas seis missas, duas dezenas de motetos, sete magnificats, três lamentações e uma dezena de composições seculares. Da Missa Nunca Fue Pena Mayor para quatro vozes, composta sobre obra homónima a partir do Cancionero de Palacio, fica o Sanctus.


Álbum: Francisco de Peñalosa: Missa Nunca Fue Pena Mayor, 2011

Ensemble Gilles Binchois · Les Sacqueboutiers · Dominique Vellard

‘Auto da Barca da Glória’, de Gil Vicente

Musica Aeterna de 2 Jun 2019
Os 500 anos sobre a estreia do ‘Auto da Barca da Glória’ de Gil Vicente e a música de Damião de Góis, Pedro de Escobar, Nicolas Gombert, Fernão Gomes Correia, Cristóbal de Morales, Hildegard von Bingen, de autores anónimos e das Matinas do Ofício de São Geraldo de Braga, festividade anualmente celebrada a 5 de Dezembro de harmonia com o Breviário local de 1494.

A Cristo Crucificado

Não se sabe quem escreveu este soneto A Cristo Crucificado, impresso pela primeira vez no Libro intitulado vida del espíritu, de Antonio Rojas, editado em Madrid em 1628. As atribuições da sua autoria que têm sido feitas (a Santa Teresa de Ávila, S. Francisco Xavier, Pedro de los Reyes, Santo Inácio de Loiola, Lope de Vega, etc.) não são credíveis.

in Antologia da Poesia Espanhola do Siglo de Oro, segundo volume – Barroco
selecção e tradução de José Bento
    Não me move, meu Deus, para querer-te

o céu que tu me tens já prometido;
nem me move o inferno tão temido
para deixar por isso de ofender-te.

    Moves-me tu, Senhor; move-me o ver-te

cravado numa cruz e escarnecido;
move-me ver teu corpo tão ferido,
tua morte e insultos a erguer-te.

    Move-me o teu amor, de tal maneira

que, mesmo sem o céu, inda te amara
e, mesmo sem o inferno, te temera.

    Nada tens que me dar pra que te queira;

pois embora o que espero não esperara,
o mesmo que te quero te quisera.

Cristobal de Morales “Missa Pro Defunctis”, a 5 – Introitus
La Capella Reial De Catalunya | Hesperion XX | Direction: Jordi Savall (1992) Astree

Música, levai-me!

Música, levai-me:

Onde estão as barcas?
Onde são as ilhas?

‎[Eugénio de Andrade]

Maestros del Siglo de Oro

MAESTROS DEL SIGLO DE ORO
CRISTOBAL DE MORALES, FRANCISCO GUERRERO, TOMAS LUIS DE VICTORIA

La Capella Reial de Catalunya – HESPÈRION XX –  JORDI SAVALL

CRISTOBAL DE MORALESOFFICIUM DEFUNCTORUM * MISSA PRO DEFUNCTIS, a 5

FRANCISCO GUERREROSACRAE CANTIONES

TOMAS LUIS DE VICTORIACANTICA BEATAE VIRGINIS

___________________________________________

La liturgia de difuntos –que incluye, concretamente, la misa de réquiem, el oficio del sepelio y el oficio de los muertos– recibió en España, desde una época muy temprana, una considerable importancia por parte de las autoridades eclesiásticas y los compositores de las iglesias locales. A lo largo de toda la Edad Media, según se desprende de las descripciones documentales de que disponemos, la muerte de un gran señor, como por ejemplo el Conde de Barcelona o el soberano de alguno de los reinos de León, Castilla, Aragón o Navarra, era llorada por medio de impresionantes ceremonias en las que la solemnidad de la liturgia se veía a menudo subrayada por el añadido de el planctus, un largo lamento opcional que se cantaba en monofonía, y del que nos han llegado varios ejemplos.

Officium Defunctorum | Ad Matutinum | Circumdederunt me gemitus mortis

Cuando a finales del siglo XV, y siguiendo los ejemplos de Dufay y Ockeghem, empezó a usarse la polifonía para las misas de réquiem, los músicos españoles fueron de los primeros en adoptar esta práctica de un modo sistemático; y así, casi todos los grandes compositores ibéricos del siglo XVI, desde Pedro de Escobar y Juan García de Basurto, nos han dejado por lo menos una versión polifónica de la Missa pro defunctis. Sobre esta cuestión tendría una influencia directa la atmósfera de profundo misticismo que dominó gran parte de la cultura española durante esta época como resultado de la confusión espiritual y la crisis de valores en las que se vio sumida Europa tras la aparición de la Reforma. En realidad, el contenido excepcionalmente dramático de los textos de réquiem parecía abarcar todos los temas que polarizaban los grandes miedos y las grandes dudas del hombre del siglo XVI: el paso rápido del tiempo, la naturaleza transitoria de la vida terrena, los misterios opuestos de la mortalidad y la eternidad, los sentimientos de culpa de un alma frente a Dios, el rigor del juicio final, la súplica humana de clemencia divina.

Officium Defunctorum | In Secundo Nocturno | Versiculum: Collocet eos cum principibus | Responsorium III: Ne recorderis

La Missa pro defunctis a cinco voces de Cristóbal de Morales se publicó en 1544 como parte de su Christophori Moralis Hispalensis Missarum liber secundus, imprimido en Roma por Valerio y Ludovico Dorico. En 1552 Jacques Moderne volvió a imprimir el volumen en Lyon, y existen por lo menos tres copias manuscritas de la misa: en Madrid (Biblioteca de los Duques de Medinaceli), Múnich (Bayerische Staatsbibliothek) y Toledo (Archivos de la Catedral). No conocemos la fecha exacta de composición de esta pieza, aunque lo mas probable es que fuera escrita durante la estancia de Morales en Roma como cantante en la capilla papal, puesto que obtuvo el 1 de septiembre de 1535 y que dejó el 1 de mayo de 1545. Según ha propuesto el musicólogo italiano Clementi Terni, Morales pudo haber escrito el réquiem para las solemnes exequias de la esposa de Carlos V, Isabel de Portugal, celebradas el 28 de mayo de 1539 en la basílica de San Pedro, ya que él mismo cantó en esa ceremonia junto con el resto del coro papal; sin embargo no parece haber ninguna prueba documental que respalde esta hipótesis. El coro también cantó en la inauguración oficial del Juicio final, en la Capilla Sixtina, el 31 de octubre de 1540; y, si dejamos de lado la propuesta de Terni, resulta tentador pensar que el impacto de las poderosas imágenes de Miguel Ángel en la mente creativa del compositor pudo tener alguna influencia sobre la atmosfera expresiva de su Missa pro defunctis.

El réquiem de Morales sigue el modelo estructural que era habitual para el género en esa época: Introitus (Requiem æternam, con el verso Te decet), Kyrie, Gradual (Requiem æternam, con el verso In memoria æterna), Secuencia (no se trata del Dies iræ completo, del que los compositores del XVI no acostumbraban a hacer la versión polifónica completa, sino sólo del ultimo verso, Pie Jesu Domine), Ofertorio (Domine Jesu Christe, Rex Gloriae, con el verso Hostias et preces), Sanctus (con el Benedictum), Agnus Dei y Communio (Lux aeterna, con el verso Requiem æternam). Está escrito principalmente para soprano, altos I y II, tenor y bajo, aunque el verso del Gradual, In memoria æterna, está escrito para tres voces, (A II, T, B), y el del Ofertorio, Hostias et preces, es para cuatro voces (S II, A, T, B).

Cristóbal de Morales | Missa pro defunctis a 5 voces | Graduale


Cada sección empieza con su entonación gregoriana y, a continuación, una de las voces (generalmente, la soprano) retoma la melodía del canto original y la mantiene con valores largos durante todo el movimiento, mientras las otras voces entretejen por debajo una red de contrapuntos. La textura es principalmente imitativa, a menudo basada en motivos melódicos sacados del canto, pero el movimiento rítmico es grave y tranquilo, a pesar de una cierta predilección por el uso de ritmos cruzados entre las distintas voces que provoca cierta ambigüedad métrica. La línea del bajo rara vez participa en la imitación, procediendo sobre todo en cuartas y quintas, con una clara función armónica. Junto con el uso ocasional de la escritura homofónica, todo ello crea un fuerte efecto acordal, aún cuando el texto aparece tratado en su mayor parte de manera melismática y, por lo tanto, sólo algunas secciones tienen un estilo claramente declamatorio. Hay poco uso –si es que hay alguno– del figuralismo; más bien, Morales
prefiere a todas luces crear en cada movimiento un clima emocional general que nunca rompe con efectos puramente madrigalísticos. Su armonía revela una predilección por las terceras y las sextas menores, un procedimiento que anticipa las recomendaciones del teórico italiano de finales del siglo XVI Gioseffo Zarlino para establecer una atmosfera musical melancólica y el mismo efecto es conseguido mediante un uso moderado pero muy eficaz de las suspensiones y otras disonancias. En términos generales, el réquiem es una de dimensiones verdaderamente espléndidas y, sin embargo, de naturaleza austera, serena e introspectiva, como si Morales hubiera querido abordar el tema de la muerte con el mayor recogimiento y la mayor reverencia posibles, lejos de cualquier demostración de ingenio y virtuosismo mundanos y con una emoción sincera.

Morales escribió dos composiciones más relacionadas con la liturgia de difuntos: una segunda Missa pro defunctis, para cuatro voces, y una serie de versiones polifónicas de temas pertenecientes al Officium defunctorum. Según parece, compuso el réquiem para cuatro voces tras su regreso a España, mientras oficiaba como maestro de capilla en la corte del duque de Arcos en Marchena, entre mayo de 1548 y, al menos, febrero de 1551, antes de aceptar un puesto similar en la catedral de Málaga. El teórico y compositor Juan Bermudo menciona, en su Declaración de instrumentos musicales (Osuna, 1555), que esta obra estaba dedicada al conde de Urueña e incluso reproduce en ese mismo tratado un fragmento de la partitura. Partiendo de ciertas similitudes existentes con el fragmento que cita Bermudo, se ha propuesto que un réquiem anónimo copiado en un manuscrito perteneciente a una iglesia de Valladolid podría corresponder a la versión para cuatro voces de Morales, pero esta identificación sigue siendo problemática.

 

 

 

 

Francisco Guerrero | Sacrae Cantiones | Ave Maria (a 8 voces)

En cuanto al Officium defunctorum, sobrevive en un libro de coro propiedad de los archivos de música de la catedral de Puebla, en México. Pudo haber sido compuesto aproximadamente en la misma época que el réquiem para cuatro voces, pero no existe ninguna referencia específica que apoye esta hipótesis en la documentación existente sobre los últimos años de la vida de Morales. Lo que sí sabemos es que se cantó en Ciudad de México algunos años después de la muerte del compositor, durante los funerales solemnes que se celebraron en esa ciudad por la muerte del emperador Carlos V en noviembre de 1559. Francisco Cervantes de Salazar, en su Túmulo imperial (Ciudad de México, 1560), nos ofrece un relato pintoresco y detallado de las ceremonias, con una descripción especialmente exhaustiva de todos los elementos musicales.

Dado que el palacio del virrey y la catedral de Ciudad de México estaban demasiado cerca como para permitir una larga procesión entre los dos edificios, las celebraciones tuvieron lugar en la iglesia de San José y en un patio situado entre ésta y el monasterio franciscano colindante, donde se erigió un gran monumento en memoria del difunto emperador. Dos mil indios abrieron la procesión, encabezados por los gobernadores indígenas de las cuatro provincias de México y por más de doscientos caciques, ataviados todos ellos con las vestimentas del duelo según el mas estricto protocolo. Detrás, en una procesión que duró dos horas, desfilaron el clero, encabezado por el arzobispo Alonso de Monchúfar, la administración colonial y la nobleza, con el virrey don Luis de Velasco, y una competa representación de todos los estamentos de la sociedad colonial.

Tomás Luis de Victoria | Cantica Beatae Virginis | Salve, Regina (a 8 voces), 1572

La ceremonia en la iglesia fue dirigida por el maestro de capilla de la catedral de Ciudad de México Lázaro del Álamo, que había dividido a sus músicos en dos coros para que pudieran alternarse o combinarse para formar un gran conjunto. En los libros de coro de Puebla no se conservan todas las piezas que se cantaron en esa ocasión, y no fueron todas de Morales ni todas polifónicas; por ejemplo, el motete de Morales para cinco voces Circumdederunt me gemitus mortis, que se interpretó justo antes del Invitatorio de rigor (Regem cui omnia vivunt), existe en un manuscrito en la catedral de Toledo, pero no se encuentra en ningún archivo mexicano. El propio Lázaro del Álamo era autor de algunas de las versiones de los salmos que se interpretaron, en las que la primera mitad de cada verso se cantaba por un solista y la segunda era cantada en polifonía por un coro de niños. En otras ocasiones, un pequeño coro polifónico de ocho solistas se alternaba con un coro mayor. Alguna de las versiones de Morales, como la del salmo Exultemus, ya no existen. Por otra parte, los libros de coro de Puebla contienen tres motetes fúnebres de Morales para cuatro voces, (Hodie si vocem eius, Quoniam Deus magnus, y Quoniam ipsius est mare), pero la descripción de Cervantes de Salazar no menciona que se cantaran en esa ocasión. Por consiguiente, esta grabación sólo incluye las piezas polifónicas de Morales existentes, que sabemos con certeza que fueron interpretadas en matines durante las ceremonias que hemos descrito.

Se trata pues de las siguientes piezas: el mencionado motete para cinco voces Cirdumdederunt me, el Invitatorio (Regem cui omnia vivunt, con el Salmo 94, Venite, exultemus Domino), las tres Lecciones del primer Nocturno (I-Parce mihi, Domine; II-Tædet animam meam; III-Manus tuæ fecerunt me), y el tercer Responso del segundo Nocturno (Ne recorderis). El Invitatorio, con su constante alternancia con los versículos del Salmo 94 estableciendo una suerte de refrán, resulta particularmente apropiado para experimentar con una gran variedad de posibilidades interpretativas en lo referente a la distribución vocal e instrumental, ya que sabemos que en las catedrales peninsulares y latinoamericanas la polifonía sacra rara vez –por no decir nunca– se interpretaba a capella, sino que contaba con un importante acompañamiento de instrumentos armónicos, de cuerda y de viento.

Tomás Luis de Victoria | Cantica Beatae Virginis | O magnum mysterium (a 4 voces), 1572

Las tres Lecciones –y, en particular, la primera, «cuya belleza subyugó a todos» en las ceremonias de Ciudad de México, en palabras de Cervantes de Salazar– consisten en austeras armonizaciones a cuatro voces de los tonos recitativos gregorianos que se usaban para este género, con la línea cantada por la soprano. Exceptuando algunos cambios armónicos inesperados, el impacto emocional de estas piezas reside básicamente en la declamación rítmica del texto, en el que las estructuras métricas en constante cambio aceleran o disminuyen el recitativo, generando así, junto con el juego de sonidos y silencios, fuertes efectos dramáticos (como la manera en la que la palabra peccavi –he pecado– del Parce mihi es articulada muy lentamente y queda enmarcada por compases de pausa general). Por último, en el Responso Ne recorderis, todas las secciones se basan en la alternancia permanente de pasajes homofónicos sobrios y cortos, y de melodías cantadas. De nuevo, tanto en el Officium defunctorum como en la Missa pro defunctis, (y quizás en el caso de esta última, de un modo más impresionante todavía), Cristóbal de Morales nos dejó en sus composiciones para la liturgia de difuntos una meditación sobre los misterios de la Vida y la Muerte severa y contenida, pero de una densidad y una profundidad impresionantes, y con ello aportó a la música sacra europea y a la cultura española del siglo XVI dos obras maestras imperecederas.

RUI VIEIRA NERY
Traducción: Viviana Narotzky

 

 

Musica Aeterna – Siglo de Oro

Constituindo a etapa mais fecunda e gloriosa das Artes e das Letras em Espanha, o período compreendido entre o Renascimento e o Barroco, isto é, o Siglo de Oro, estendeu-se ao longo de quinhentos e seiscentos. Nessa época a ficção do país vizinho alcançaria o apogeu de universalidade e expressão com o “Dom Quixote”, a obra-prima de Miguel de Cervantes, e outros géneros literários onde sobressaem as obras picarescas Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, cuja edição mais antiga data de 1554, concebida em forma de autobiografia e num estilo epistolar como se de uma longa missiva se tratasse, e Guzmán de Alfarache, publicada, em duas partes, na viragem do século, da autoria de Mateo Alemán, escritor que estabeleceu e consolidou as suas tipologias características. Além disso, foi também a época dourada da poesia, visto Juan Boscán e Garcilaso de la Vega terem adaptado o género lírico transalpino ao castelhano e proporcionado que a sua expressão máxima fosse conseguida na prosa de Santa Teresa de Ávila e na poesia mística de Frei Luis de León e São João da Cruz.
João Chambers. Para ouvir no Musica Aeterna de hoje. Link do ficheiro áudio em formato Windows Media Áudio

Em 1521, vive-se o início perturbado dum grande império que abre à Espanha as portas da Europa renascentista e impregnada pelas ideias da Reforma, em guerra com a França, por rivalidade na disputa do trono da Alemanha.
Com o poeta Juan Boscán, a quem ficará ligado na sua vida e na sua obra, desde o seu desenvolvimento até à sua publicação póstuma, Garcilaso participou na defesa da ilha de Rodas, atacada pelos turcos, em 1522.
O período mais fecundo da sua obra corresponde aos anos de 1533-36, quando Garcilaso, em Nápoles e relacionado com poetas e humanistas italianos, tinha assimilado por completo o espírito e o sentido artístico do Renascimento.
No verão de 1535, Garcilaso tomou parte na expedição do Imperador carlos V a Tunes: foi ferido em combate, o que não o impediu de participar no ataque a fortaleza da Goleta.

In “Garcilaso de la Vega – Antologia Poética”, de José Bento

SONETO XXXIII – A BOSCÁN DESDE LA GOLETA

Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propria fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,

han reducido a la memoria el arte
y el antiguo valor italïano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.

Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
solo el nombre dejaron a Cartago,

vuelve y revuelve amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.

O enterro do senhor de Orgaz

O enterro do senhor de Orgaz - El Greco - 1586

O enterro do senhor de Orgaz - El Greco - 1586

O enterro do senhor de Orgaz

 

“Vê, meu filho: estes olhos sem fundo
fitando o caminhante que este quadro contempla
enquanto apontas aquele corpo alado,
o nobre corpo alado entre rostos e mãos,
são os teus.
Tu és este menino
senhoril e assombrado diante dos senhores.

No teu lenço, minha firma e uma data;
na língua antiga dessa ilha secreta
que me sagrou na luz que não virá ungir-me
escrevi claramente:
“domeniko theotokópoli o fez
1578”.
Não este quadro mas a ti, nesse ano.
Proclamo assim no rigor desta linguagem,
pertença minha como de ninguém,
que te amo sobre todas as coisas:
és a obra mais sonhada e mais gerada
em mim, que existo para minhas obras.

És tão pequeno, não sei quem irás ser,
talvez não te distingas entre quem é turba
e de ti falem só por seres meu filho,
tenham tua face porque segunda vez
te dou a vida neste painel sem preço,
sustendo aí tua carne e sua graça
quando nem se suspeite o lugar de tuas cinzas.

Estes traços e cores, o vasto alento
que de mim pus neste espaço fugaz
irão levar-me longe, onde serei falado
por gentes de hoje que jamais verei,
por outras que o futuro há-de trazer-me.
Mas tu és o meu júbilo íntimo,
a mão que estreito, o corpo que adormeço
enquanto eu vivo for, corpo de mim.

Que me importa a minha obra,
importando-me muito mais que tudo, sempre,
que me dá o meu génio, dando tanto,
– se valores vãos contigo comparados,
embora os louve para dourar meu vazio?

Minha sombra ir-se-á puindo como sombra,
de nada servirá minha ambição
de querer permanecer e eternizar-me
contra o tempo feroz, dissimulado.

Alguns séculos que resistam minhas telas
ante a erosão dos juízos e dos astros
serão apenas um soluço irremível.
Mas em ti continuarei, no testemunho
que entregarás aos filhos dos teus filhos,
que o perpetuem de geração em geração:

em sua palavra em sangue a ansiar vida,
no que de ínfimo façam, pois o homem
– seja quem for – só faz coisas mesquinhas,
estarei, então um nome, ou já nem isso.

Tudo o que não sejas tu agora é nada.

in Silabário, de José Bento – Relógio D’Água, 1992

%d bloggers gostam disto: