O Universo de Rubens, no Prado
Rubens – A aventura apaixonante do rei do barroco
Museu do Prado, Madrid – 5 Novembro 2010 – 23 Janeiro 2011
Noventa quadros para mergulhar no essencial da obra do mestre flamengo. Na exposiçãoRubens, no Museu do Prado até 23 de Janeiro, reencontramos os temas, as técnicas e a carne que marca o universo deste pintor imodesto. Grinaldas de frutas, flores e anjos. Corpos destemidos, vigorosos, lascivos. Biografias insípidas tratadas de modo épico. Há quem o considere erótico, sensual. Há quem pense que tudo nele é encenação e movimento.
Por Anabela Mota Ribeiro, em Madrid
Rubens – O Jardim do Amor
Con motivo del inicio de las obras de acondicionamiento de las actuales salas dedicadas a Rubens debido al avance del proyecto La Colección. La otra ampliación, el Prado invita al público durante más de dos meses y medio a adentrarse en el apabullante universo artístico de este prolífico y genial maestro flamenco a través de una novedosa instalación de la importante colección de obras autógrafas y de su taller que atesora. Además, por primera vez tras una década sin exponerse de forma completa, el visitante volverá a encontrarse reunida la totalidad de esta parte troncal de la colección del Prado. Se trata de la mayor y una de las mejores colecciones de Rubens en el mundo, un artista con abundante obra dispersa en distintas instituciones.Para facilitar un continuado efecto de inmersión en el universo rubeniano y la percepción de la extraordinaria capacidad creadora del pintor, el comisario de la exposición ha ideado un singular montaje en el que las noventa obras se exponen siguiendo un único criterio, el cronológico, y se muestran como secuencias concatenadas de un plano panorámico continuo.
El montaje de la exposición, dividido en dos grandes salas, permite apreciar con claridad la evolución del estilo de Rubens y su forma de abordar las grandes obras. En la primera sala (A), el público descubre al artista temprano, muy “michelangelesco”, como un gran escultor antiguo que quiere transmitir el poderío de las formas y su fuerza expresiva. Lucha de San Jorge y el dragón es un perfecto ejemplo de la monumentalidad propia de esta etapa juvenil, con figuras fuertes y rotundas.
En esta sala, destaca también la gran serie del Apostolado, en la que se podrán contemplar algunos de los cuadros no expuestos en los últimos años como San Mateo (c.1610-1612).
Otra de las grandes series que el público podrá admirar reunida es la serie de la Torre de la Parada, que ocupa parte de la segunda sala de la exposición (B). Por primera vez después de más de una década, se muestra la serie completa encargada por Felipe IV para el pabellón de caza de los montes del Pardo. En esta sala están presentes las obras de la última etapa de su carrera, en la que se volcó en la potencia narrativa de los cuadros y en transmitir su contenido poético. El paisaje de Atalanta y Meleagro cazando el jabalí de Calidón (h. 1636) expuesto junto a Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros (1638-1640) demuestra el amor del artista por el campo y su profunda sintonía con la vitalidad de la naturaleza.
La colección de Rubens del Prado refleja la gran versatilidad temática del pintor flamenco, con pinturas de temas mitológicos, religiosos, de historia, retratos y paisajes, entre las que se incluyen algunas de las mejores obras maestras de su extensa producción como Lucha de San Jorge y el dragón (h. 1607), La Adoración de los Magos (1609), San Pablo (h. 1611), El jardín del Amor (h. 1633), Las tres Gracias (h. 1635), Ninfas y sátiros (h. 1635), Hércules y el Cancerbero (h. 1636), Danza de aldeanos (1636-1640), Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros (1638-1640) o Diana y Calisto (1638-1640), diez ejemplos de la desbordante y personalísima expresión creadora del que fue pintor favorito de Felipe IV hasta su muerte y uno de los grandes genios de la pintura de todos los tiempos.
Pedro Pablo Rubens (1577–1640) fue el pintor más admirado de su época en Europa. Sus méritos son incontestables: muy pocos artistas han conseguido transmitir una versión exaltada de la vida de forma tan persuasiva o nos ayudan tanto a acercarnos a un ideal de excelencia humano. Los valores que encontramos en la pintura de Rubens tienen mucho en común con los valores de los poetas antiguos (a menudo ha sido comparado con Homero): su arte es un recuerdo constante de lo que la vida tiene de heroico y de dramático, y nos ayuda a ensanchar el mapa de nuestros sentimientos, y a profundizar en ellos.
El vehículo principal que utilizó Rubens para transmitir sus ideas son los mitos que resumen la sabiduría de los antiguos sobre el comportamiento y las emociones de los seres humanos. Apoyado en su fe en el poder de las formas pintadas para influir en el ánimo de los espectadores, y en una enfática retórica gestual, Rubens recreó estos mitos con un extraordinario poder de convicción: contemplando su arte a menudo tenemos la impresión de que las grandes cuestiones de la vida se dirimieron con él de testigo presencial.
Rubens es autor de una obra muy abundante (se conservan en torno a mil quinientos cuadros suyos), que realizó con la ayuda de su taller, instalado en Amberes, y que vendió gracias a su sagaz espíritu comercial. Pintó para las principales monarquías europeas, y para la aristocracia, la Iglesia y las élites culturales y comerciales de todo el continente. Fue también un fabuloso dibujante, y diseñó tapices, esculturas, obras de arquitectura, y conjuntos decorativos para ceremonias públicas. Al margen de su trabajo artístico, trabajó como diplomático al servicio de la Monarquía Española, y fue un apasionado conocedor de la cultura clásica, lo cual nos da una 300 medida de la grandeza del personaje. Fue también un importante coleccionista de cuadros, esculturas y libros, entre otros objetos, y un verdadero cosmopolita que viajó extensamente y que se expresaba en varios idiomas. Por todo ello, fue considerado un modelo profesional y social por sus colegas.
Al hablar de la colección de cuadros de Rubens que guarda el Museo del Prado, sucede lo mismo que al hablar del propio pintor: es difícil evitar los superlativos. Por ser natural de los Países Bajos meridionales (la actual Bélgica), Rubens tuvo una especial vinculación con la familia real española, que gobernaba la región. La infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, heredó de su padre el mando de los Países Bajos. Desde su corte en Bruselas, utilizó al pintor como consejero y apoyó su carrera artística y cortesana, hasta el punto de solicitar de su sobrino, el rey Felipe IV, que lo ennobleciese.
Rubens fue el pintor favorito de Felipe IV, que le encargó decenas de cuadros para decorar sus palacios madrileños, y fue también el principal comprador de las obras que el pintor dejó en su estudio tras su muerte. Él es la principal razón por la cual el Museo del Prado conserva la mayor colección que existe de obras de Rubens, con unas noventa pinturas (la cifra exacta oscila, según se acepten, o no, algunas atribuciones). Pero no es sólo cuestión de números: el hecho de que muchos de los cuadros de Rubens que conserva el Prado fuesen pintados para el rey, o para personas próximas a él, explica la gran calidad de la colección. El Museo del Prado nos ofrece una oportunidad única para adentrarnos en el universo de Rubens.
Alejandro Vergara, comisario de la exposición
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Rubens – Lucha de San Jorge y el dragón, 1607
Según se cuenta en la Leyenda Dorada de Jacobo de la Voragine, San Jorge mató al dragón que atemorizaba la población de Silene, salvando a una princesa en peligro.
En este cuadro, el héroe cristiano, montando un brioso caballo blanco, acomete con la espada al monstruo, que intenta zafarse de la lanza que tiene clavada en sus fauces. Tras ellos, la princesa junto a un cordero contempla la lucha.La obra fue realizada en la etapa juvenil de Rubens, durante su viaje a Italia, siendo un perfecto ejemplo de la monumentalidad propia de ese periodo, con figuras fuertes y rotundas. También forma parte de su estilo de entonces el empleo de luces dirigidas y la utilización de composiciones muy dinámicas, como aquí se advierte en la fuerte diagonal marcada por el caballo, que prácticamente divide el cuadro en dos partes.
Aunque fue quizá encargada para la Iglesia de San Ambrosio de Génova, la pintura permaneció en poder del artista hasta su muerte en 1640, cuando fue adquirida en su almoneda para Felipe IV.
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Rubens – San Mateo, 1611
Forma parte de la serie de doce tablas (P1646-P1657, todas en el Museo del Prado) que constituyen un apostolado que originariamente incluía una representación del Salvador del Mundo.
Los discípulos de Cristo están representados según el estilo propio del pintor hacia 1612-1613. Se trata de figuras de gran tamaño de robusta apariencia y fuerte plasticidad, contrastadas por un fondo oscuro. La utilización de estos tipos humanos y la luz intensamente dirigida, son consecuencia del viaje que el pintor había realizado a Italia, en el que recibió la influencia del arte de Miguel Ángel.
Los santos están dotados de sus atributos más representativos para facilitar su identificación. Éstos responden a diversas tradiciones iconográficas y literarias, por lo que en ocasiones se han confundido las identidades de los representados. San Pedro con las llaves del Cielo, inicia la serie. Seguida por San Juan, con la copa con que se le quiso envenenar y Santiago con bastón y sombrero de peregrino, según la tradición medieval. San Andrés y San Felipe portan las respectivas cruces de su martirio, la del primero en forma de aspa. Por su parte Santiago el Menor sostiene un instrumento propio del oficio de batanero, que tenían quienes le dieron muerte y San Bartolomé porta el cuchillo con que fue desollado. De igual manera, San Matías, Santo Tomás y San Mateo llevan diversas armas en alusión a sus respectivos suplicios. La serie se completa con la representación de San Simón y San Pablo, que porta la espada y las Sagradas Escrituras, símbolos de su lucha por la Fe y su labor de apostolado.
A principios del siglo XVII se pierde su rastro hasta que el conjunto reapareció en 1746 en la colección de la reina Isabel de Farnesio en el Palacio de la Granja.
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Rubens – Atalanta y Meleagro cazando el jabalí de Calidón, 1636
Según relata Ovidio en las Metamorfosis(VIII, 260-444), un jabalí gigante, enviado por la diosa Diana, asolaba el reino de Calidonia.
Meleagro, hijo del rey, y su amada Atalanta, organizaron una cacería, ayudados por sus primos Cástor y Pólux.
Rubens ilustrará este pasaje, distribuyendo las figuras en primer plano y en la parte baja de la composición, con el fin de conducir la mirada del espectador hacia el centro de la imagen, donde Atalanta, habiendo herido mortalmente al animal, azuza contra él a los perros. A la izquierda entran en la escena sus primos y a la derecha Meleagro, blandiendo un largo venablo.
Rubens, perfecto conocedor de los textos clásicos, es fiel al relato de Ovidio. En esta obra recrea, como es característico en la última etapa de su pintura, un frondoso paisaje. En él establece una amplia panorámica, con un punto de luz a la izquierda. Abandonando el sentido naturalista de otras obras, crea un entorno poético e idílico, muy apropiado para el tema. La fuente de inspiración visual fueron ciertos relieves de sarcófagos antiguos, así como dibujos de Giulio Romano.
La obra fue propiedad del pintor hasta su muerte en 1640 cuando fue adquirida para la Felipe IV.
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Rubens – Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros, 1638-1640
Diana, diosa de la caza, descansa con su corte de ninfas en un claro del bosque, cuando es atacada por un grupo de sátiros.
Rubens realizó en esta pintura un virtuoso ejercicio de composición. En primer plano, dos volúmenes dan paso al resto de la escena: a la izquierda los trofeos de la caza que habían logrado las ninfas y a la derecha, una de ellas recostada de espaldas, uno de los desnudos más sensuales de la producción del artista. En segundo plano, a modo de friso corrido, en grupos de dos figuras, la lucha de las ninfas por zafarse del ataque de los faunos.
La pintura es fruto de la época más sensual y poética de Rubens, coincidente con su última década de vida. Demuestra el dominio del movimiento, creando una composición abierta y muy dinámica. El pintor contó con la colaboración de otros artistas, como Frans Snyders para la realización de los animales y Jan Wildens para el paisaje.
Formó parte de una serie de dieciocho pinturas destinadas a las bóvedas del Alcázar de Madrid. El conjunto era una apología a la destreza del cazador y las cualidades necesarias para el buen gobierno, como homenaje al joven heredero al trono, el príncipe Baltasar Carlos.<7h5>
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Rubens – La Adoración de los Magos, 1609
A la izquierda de la composición, bajo una columna clásica, el Niño ayudado por su madre, juega con los regalos que le ofrece uno de los Magos. Desde ese punto hacia la derecha se representa el resto de las figuras que componen el cortejo de los Reyes.
La obra fue encargada en 1609 por el Ayuntamiento de Amberes en recuerdo de la Tregua de los Doce Años entre España y las provincias rebeldes holandesas. Poco después fue donada por la ciudad al embajador Rodrigo Calderón, quien la envió a España.
En ese momento la obra tenía unas dimensiones más pequeñas que las actuales. En ella se aprecia un primer estilo de Rubens, muy influido por su reciente viaje a Italia: figuras vigorosas, la utilización intensa de la luz y abigarradas composiciones.
A la muerte de Calderón en 1621 la obra pasó a la Colección Real. Cuando en 1628/1629 Rubens visitó España amplió la pintura hasta sus dimensiones actuales. En una franja superior incluyó dos ángeles de influencia tizianesca, incorporando otra franja a la derecha, donde hizo constar su autoría, autorretratándose sobre un caballo.
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Rubens – El jardín del Amor, 1633
Escena de fiesta cortesana en un ambiente relajado, en la que un grupo de personajes galantean en un idílico jardín.Los amorcillos que rodean al grupo portan símbolos alusivos al amor conyugal, como la pareja de palomas y el yugo que lleva el de la parte superior izquierda. Las fuentes o esculturas de las tres Gracias y de Venus lactante, significan la fecundidad y la felicidad marital, así como el pavo real, símbolo de Juno, protectora del matrimonio.
Rubens utiliza motivos tomados de esculturas renacentistas, a la vez que utiliza el pórtico manierista de su propia casa en Amberes como escenario arquitectónico, lo que hizo pensar que se trataba de un autorretrato con amigos. Denominado en ocasiones La familia de Rubens en los inventarios antiguos es, en cualquier caso, una alegoría y exaltación del amor y la dicha conyugal.
Aparece citado por primera vez en 1666 colgado en la alcoba del Rey del Alcázar de Madrid.
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Rubens – Las tres Gracias, 1635
Las Gracias, descritas en la Teogonía de Hesiodo, eran tres: Aglaya, que significa resplandeciente, Eufrósine, que quiere decir gozosa y Talía, que significa floreciente. Nacidas de uno de los amores de Zeus, las tres Gracias eran vírgenes puras que vivían con los dioses, asistían a los banquetes y despertaban la alegría de vivir. Estaban al servicio de Afrodita, la diosa del amor y nunca conocían el aburrimiento.
Rubens las representó junto a una fuente, bajo una guirnalda de flores y ante un fondo de paisaje. Las figuras están inspiradas en la escultura clásica, visible en la intención de reproducir la frialdad del mármol en sus carnes. El ritmo circular y la elegante ondulación son características habituales en el artista, aspectos que se unen a las formas grandilocuentes y los colores cálidos que incorpora el pintor en las obras de sus últimos años.
La figura de la izquierda está directamente inspirada en la segunda esposa del artista, Helène Fourment. La obra pintada poco después de su matrimonio evidencia la felicidad vital del artista que se traduce en la sensualidad de sus pinturas de este momento. Permaneció en poder del propio pintor hasta su muerte en 1640, siendo después adquirida para Felipe IV y llevada a España.
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Rubens – Ninfas y sátiros, 1635
Bajo una arboleda, un grupo de ninfas y sátiros disfrutan de la naturaleza en armonía. Las ninfas personifican la fecundidad de los campos, mientras que los sátiros son moradores de los bosques, cuya custodia les está asignada. Juntos recogen los frutos que la Naturaleza ofrece. El agua que mana del cántaro y el cuerno aluden a la abundancia y a la prosperidad. En primer término, a la derecha, un sátiro niño ofrece a un tigre un racimo de uvas, en alusión al dios Baco, deidad íntimamente relacionada con la fertilidad de la Naturaleza.
La pintura está realizada en los últimos años de la producción del artista, cuando sus obras se ven animadas por sentimientos idílicos y sensuales y están frecuentemente ambientadas en frondosos paisajes. Algunas de las figuras están basadas en esculturas de la antigüedad, demostrando la amplia cultura clásica de Rubens.
El pintor tuvo la obra en su propiedad hasta su fallecimiento en 1640, cuando fue adquirida para Felipe IV y llevada al Alcázar de Madrid.
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Rubens – Hércules y el Cancerbero, 1636
El héroe mitológico lucha contra el temible perro de tres cabezas guardián del Averno, o mundo de las profundidades, mientras dos figuras, quizás Plutón y Proserpina, los dioses titulares del infierno, miran aterrados la escena.
Rubens se inspiró directamente en Las Metamorfosis de Ovidio para representar esta prueba de Hércules, también narrada en otros textos clásicos como la Iliada y la Odiseade Homero.
Es uno de los bocetos más expresivos de todo el proyecto decorativo de la Torre de la Parada. Fue llevado al lienzo en varias ocasiones por al menos tres de los ayudantes de Rubens.
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Rubens – Danza de aldeanos, 1636-1640
Un grupo de campesinos baila en agitado frenesí al son de un músico que sobre el árbol hace sonar su flauta. La escena tiene lugar en un paisaje que recuerda a Italia, especialmente a través de la villa del fondo, cuyos elementos remiten a formas del arquitecto Andrea Palladio. En ocasiones ha sido identificado como un tema mitológico, por la presencia de sátiros de torso desnudo, corona de hiedra y campanillas en los tobillos, así como por el personaje vestido con la piel de serpiente, posible alusión al dios Baco.
Rubens realizó este cuadro en los últimos años de su vida, tras su segundo matrimonio, imbuido por un espíritu de fuerte sensualidad que marca las obras de este periodo.
Las escenas campesinas de Pieter Brueghel “el Viejo” son el antecedente de esta pintura, pero tamizadas por la óptica de Rubens. En una composición muy dinámica, el artista capta de manera magistral la sensación de movimiento circular, a ello contribuye la presencia del perro que se mueve paralelo a los campesinos.
Permaneció en poder del artista hasta su muerte cuando fue adquirido para Felipe IV.
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Rubens – Diana y Calisto, 1638-1640
Calisto, una de las ninfas que acompañan a Diana, diosa de la caza, fue seducida por Júpiter, rompiendo así su juramento de castidad.
Rubens representa el instante en que la ninfa, a la derecha, se muestra reacia a desnudarse para el baño. Temerosa de que se descubra su embarazo intenta evitar que las demás ninfas le despojen de sus ropas. A la izquierda Diana, atendida por una esclava, tiende sus brazos hacia ella en un gesto de afecto y protección. La escena tiene lugar al borde del bosque, tras una cacería de la que se observan trofeos y armas.
Rubens se inspira en Las Metamorfosis (II, 453-507) de Ovidio, dotando a la historia de un fuerte contenido sensual y poético, especialmente en el tratamiento de la luz vespertina. Estas son características de su última etapa, cuando las composiciones se hacen muy pausadas, abandonando las fuertes diagonales y desequilibrios de obras anteriores. El paisaje parece haber sido realizado por Lucas van Uden, colaborador ocasional de Rubens.
La influencia de las mitologías de Tiziano se hace evidente en esta obra, aunque Rubens es mucho más comprensivo e indulgente al representar la falta de la ninfa.
En 1666 se encuentra en el Alcázar de Madrid.
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Rubens – San Pablo, 1611
Forma parte de la serie de doce tablas (P1646-P1657, todas en el Museo del Prado) que constituyen un apostolado que originariamente incluía una representación del Salvador del Mundo.
Los discípulos de Cristo están representados según el estilo propio del pintor hacia 1612-1613. Se trata de figuras de gran tamaño de robusta apariencia y fuerte plasticidad, contrastadas por un fondo oscuro. La utilización de estos tipos humanos y la luz intensamente dirigida, son consecuencia del viaje que el pintor había realizado a Italia, en el que recibió la influencia del arte de Miguel Ángel.
Los santos están dotados de sus atributos más representativos para facilitar su identificación. Éstos responden a diversas tradiciones iconográficas y literarias, por lo que en ocasiones se han confundido las identidades de los representados. San Pedro con las llaves del Cielo, inicia la serie. Seguida por San Juan, con la copa con que se le quiso envenenar y Santiago con bastón y sombrero de peregrino, según la tradición medieval. San Andrés y San Felipe portan las respectivas cruces de su martirio, la del primero en forma de aspa. Por su parte Santiago el Menor sostiene un instrumento propio del oficio de batanero, que tenían quienes le dieron muerte y San Bartolomé porta el cuchillo con que fue desollado. De igual manera, San Matías, Santo Tomás y San Mateo llevan diversas armas en alusión a sus respectivos suplicios. La serie se completa con la representación de San Simón y San Pablo, que porta la espada y las Sagradas Escrituras, símbolos de su lucha por la Fe y su labor de apostolado.
A principios del siglo XVII se pierde su rastro hasta que el conjunto reapareció en 1746 en la colección de la reina Isabel de Farnesio en el Palacio de la Granja.
Estoy buscando las obras contenidas en el Rubeniano I y II.
¿Alguien conoce la Alegoría de la Justicia? de P.Paul Rubens
Yo conozco la alegoría de la justicia. Conectar a grupozitro@hotmail.com. Saludos.