Archive for the ‘ Museus ’ Category

‘Port-en Bessin, la Plage’, de Paul Signac

Paul Signac [11 Nov 1863 – 15 Ago 1935], participou em 1884 na criação da Société des Artistes Indépendants, da qual viria a tornar-se presidente em 1908. Em Paris, conheceu Georges Seurat, com quem desenvolveu o neo-impressionismo.

Paul Signac – Port-en Bessin, la Plage [1884]
Museu Thyssen, Madrid

‘Woman Combing Her Hair’, by Degas

Edgar Degas [19 July 1834 – 27 September 1917] – Woman Combing her Hair, c.1885

Edgar Degas – Woman Combing her Hair, c.1885
Hermitage Museum, Saint Petersburg

‘The Lute Player’, by Caravaggio

Caravaggio’s The Lute Player – Hermitage Museum, Saint Petersburg

‘Le Parc des Lions à Port-Marly’, de Camille Corot

De Jean-Baptiste-Camille Corot [16 Julho 1796 – 22 Fevereiro 1875], Le Parc des Lions à Port-Marly de 1872, que pertence ao Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.

‘Aristóteles com o busto de Homero’, de Rembrandt

350 anos após a morte do genial pintor holandês, a obra Aristotle with a Bust of Homer de 1653 (Metropolitan Museum of Art, New York) evoca a meditação de Rembrandt [15 Julho 1606 – 4 Outubro 1669] sobre o significado da fama.
O filósofo grego Aristóteles (384-322 aC), ricamente vestido, repousa a mão num busto de Homero, o poeta que alcançou a imortalidade literária com as obras Ilíada e Odisseia. Aristóteles usa um medalhão de ouro com um retrato do seu discípulo Alexandre, o Grande. Porventura,  o filósofo avalia o seu próprio efémero sucesso em contraponto ao de Homero…

‘Figuras na Praia de Trouville’, de Eugène Boudin

De Eugène Boudin [12 Julho 1824 – 8 Agosto 1898], precursor do Impressionismo, Figuras na Praia de Trouville, 1869.

«El señor Boudin […] incluso ha inventado un género de marinas típicamente suyo y que consiste en pintar, además de la playa, toda una serie de personajes exóticos de la alta sociedad que acuden en verano a nuestras ciudades termales». Esta frase, que un crítico de arte escribió en 1869, pone de manifiesto que a Boudin se le reconoce como el creador de un determinado género y que alcanza cierto éxito plasmando en sus lienzos a la sociedad de alto copete de las playas de Trouville y Deauville.

El artista empieza a pintar las playas de Trouville hacia 1860 e irá desarrollando el tema por etapas a lo largo de toda su carrera. Para muchos aficionados al arte, Boudin sigue siendo el pintor de las playas. Sin embargo, de los aproximadamente 4.500 cuadros suyos catalogados hasta la fecha, sólo el 8% plasma «las playas con miriñaques». La fase de trabajo más fructífera sobre este tema se sitúa entre 1860 y 1871. En aquella época pinta el ochenta por ciento de las playas sobre tabla y los formatos que utiliza más frecuentemente son el 5, el 6, el 8 o el 10 de «marina», y muy raramente grandes formatos. El cuadro de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza pertenece a esta categoría predominante: es aproximadamente un formato 8 de «marina» sobre tabla. Boudin concedía gran importancia a la calidad de este soporte. En 1894 escribe: «Creo que voy a volver a la caoba, la única madera estable además del roble viejo. Lo malo es que pesa mucho. Y además presenta otro inconveniente: ennegrece incluso a través de la imprimación si ésta no es densa y de varias capas». Boudin retoma los temas de playas a mediados de la década de 1870 y hacia 1880-1886.

En 1868, se le reconoce, pues, como pintor de playas, y esta especialidad le reporta cierto desahogo económico, aunque también suscita críticas y envidias. Se le reprocha que hace una pintura comercial. Boudin reivindica su trabajo explicando: «¿Acaso no tienen derecho estos burgueses que se pasean por el espigón durante la puesta de sol a verse plasmados en el lienzo, a que se les lleve a la luz. En confianza, a menudo esta gente que sale de sus oficinas y de sus gabinetes necesita reponerse de su duro trabajo». Los campesinos tienen sus pintores, los burgueses también se merecen tener el suyo.

En 1869, Boudin presenta al Salon de París dos cuadros de playa. Aquel mismo año, el cuarenta por ciento de las obras que vende a los marchantes y registra en su libro de cuentas, tienen por tema las playas de Trouville y Deauville. De nuevo en 1869, las cuentas de Boudin registran para el conjunto del año un claro progreso: 4.420 francos frente a una media desde 1866 comprendida entre 2.500 y 3.500 francos.

Antes de la década de 1860, Boudin solía veranear en Honfleur. A partir de 1863, cambia de emplazamiento y elige Trouville como lugar de veraneo. Se encuentra entonces a pie de obra para pintar sus playas. Cuando empieza a dedicarse a este tema, suele componer la vista de la playa con un ángulo muy abierto, utilizando los elementos del paisaje para enmarcar la escena: las residencias de la costa, el hotel de Roches Noires, las casetas, los caballos que arrastran las cabinas. Las obras, a menudo anecdóticas, constituyen un testimonio de su época. Poco a poco, el tema se transforma y la composición «clásica» de sus obras empieza a presentar una división del espacio en franjas horizontales paralelas a la orilla y al lienzo. La playa de la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza es buen ejemplo de ello. El cielo ocupa dos tercios de la composición. Se ve denso y cargado de colores, iluminado por el sol poniente. La mayoría de las figuras están de espaldas al espectador (presentación bastante novedosa en pintura), dispuestas en una franja uniforme. Para evitar la monotonía, algunos veraneantes (sin rostro) nos miran y una mujer, sentada algo apartada del grupo, marca el primer término de la composición. Boudin complementa hábilmente este conjunto de personajes que se cierra sobre sí mismo con una escena anecdótica compuesta por un caballo y algunos pescadores tirando de una barca.

El pintor reparte con maestría por la superficie del lienzo toques cromáticos más vivos que se equilibran para realzar los negros y los ocres: bermellón, amarillo, azul y destellos de blanco. El cielo, compuesto con empastes de acentuada luminosidad, es en realidad el verdadero protagonista de esta obra. Los veraneantes instalados en la playa denotan cierta rigidez, pero la belleza del celaje y el fulgor argénteo de la barca que los pescadores arrastran hasta la playa confieren a esta obra una poesía y un resplandor intemporales.

Anne-Marie Bergeret-Gourbin

Hierofania Solar

Desde a Idade do Bronze que existia no norte da Europa o mito proto-histórico do Cavalo do Sol, o carro solar de Trundholme.
Descoberto em 1902 no Pântano de Trundholm na Dinamarca, este protótipo do carro profano, datado por volta de 1400 antes de Cristo, simboliza o movimento diário do Sol, conduzido por cavalos divinos.
Em dia de Solstício de Verão, o Trundholm Sun Chariot é um exemplo da consequência das descobertas empíricas do homem na sua relação com o Cosmos.

Trundholm Sun Chariot, Museu Nacional da Dinamarca

‘Ruínas com prédica de São Pedro’, de Panini

Giovanni Paolo Panini [Piacenza, 17 Junho 1691 – Roma, 21 Outubro 1765], foi um artista italiano especialmente reconhecido pelas suas “vedute ideate” – vistas imaginárias de Roma Clássica.

‘Ruinas con San Pablo predicando’, c. 1735

Esta obra, junto con su compañera Ruinas con una mujer predicando (¿una sibila?) fueron concebidas para verse juntas, casi como si de un único cuadro se tratara. Tanto las ruinas arquitectónicas, como las actitudes de los personajes principales, la entonación de las luces, en fin, los elementos principales de la composición, todo alude a una voluntad de crear un conjunto unitario. Incluso, los temas que representan pueden entenderse como asuntos complementarios, esto es, la sibila (o profetisa) como representación del componente gentil o pagano de la Antigüedad Clásica y San Pablo del cristiano o bíblico, en ambos casos como muestra de la grandeza de Roma. Así concebidos, podría pensarse en la voluntad de crear una narración unitaria a través de estas dos imágenes gemelas, recordando el momento en que la Sibila Tiburtina comunicó a Augusto que una Virgen daría a luz un hijo, tradición que fue retomada por el cristianismo como un anuncio del nacimiento de Cristo.

En ambos casos se trata composiciones típicas de Panini, en las que se recrea una “veduta” ideal de la ruina clásica que, a diferencia de otros artistas como Bernardo Belloto o Gaspar van Wittel, manifiesta un tratamiento más pintoresco que riguroso en donde el efecto prima frente la verosimilitud. En sus cuadros se acumulan vestigios arqueológicos de muy distintas procedencias en una imagen imposible, formando conjuntos que fueron muy apreciados por los numerosos turistas que asociaban la imagen de Roma con la de los fastos de la Antigüedad Clásica. Estas vistas, junto con las de los edificios más representativos de la Roma moderna, así como las fiestas y ceremonias más importantes de la ciudad, suponen la parte más importante de su actividad pictórica. Via.

‘San Antonio de Padua’, de El Greco

Hoy se celebra el día de San Antonio de Padua, fraile franciscano del siglo XIII.

‘San Antonio de Padua’ – El Greco, c.1580

Esta es la única ocasión en la que el Greco representó a San Antonio de Padua (1195-1231), una de las grandes figuras de la espiritualidad franciscana. El de Padua aparece en primer término y en imagen de algo más de medio cuerpo, sosteniendo una rama de lirios o azucenas, y un libro abierto sobre cuyas páginas emerge una representación del Niño Jesús. Esta imagen, que haría alusión a la aparición milagrosa del Niño, se inscribe de forma bastante extraña en una suerte de medallón que fue incorporado más tardíamente a la pintura, como demuestra la radiografía de la obra. Hay que tener en cuenta además que la tela procede de un convento femenino, el de franciscanas de los Ángeles, en Madrid; las franciscanas siempre se han caracterizado por la devoción al Niño Jesús. El trazado piramidal, la corpulencia y sentido monumental de la figura, así como la construcción pictórica y el tipo de firma en mayúsculas son características del periodo inicial en España. Via.

‘Perros corriendo en el prado’, de Paul Gauguin

No centésimo septuagésimo primeiro aniversário do nascimento de Paul Gauguin [7 Junho 1848 — 8 Maio 1903], um dos trabalhos do período que passou em Pont-Aven, onde conheceu Émile Bernard [1868-1941] e com quem desenvolveu a técnica do «simbolismo sintético».

Paul Gauguin – Perros corriendo en el prado, 1888 | Museo Thyssen, Madrid

En 1888, Gauguin pasa una segunda temporada en Pont-Aven, entre enero y octubre, alojándose en la pensión de Marie-Jeanne Gloanec. Durante esa etapa, pinta una treintena de cuadros: paisajes que le inspiran Pont-Aven y sus alrededores. Se trata de escenas rurales en las que el artista plasma la actividad de los campesinos.
A principios de marzo, Gauguin le escribe a Émile Schuffenecker: «A usted le gusta París; a mí me atrae el campo. Me gusta Bretaña. Allí encuentro lo salvaje, lo primitivo. Cuando mis zuecos resuenan sobre este suelo de granito, oigo el tono sordo, mate y potente que persigo en pintura».
Gauguin pintó este cuadro en las inmediaciones de Pont-Aven, pues iba a todas partes a pie, por lo que siempre sus cuadros están ejecutados en un radio muy limitado.
La pradera es típica de la zona, se extiende en medio de un paisaje ondulado, marcado por la presencia en el centro de un bosquete de olmos. Estos árboles señalan la presencia de un curso de agua que en el cuadro no se ve: seguramente la escena se sitúa aguas arriba de Pont-Aven, donde el río se estrecha para convertirse en un simple arroyo.
La casa que se ve al fondo a la derecha presenta dos chimeneas con aguilón, características de las casas bretonas, pero la tercera chimenea, mucho más alta, es la de una fábrica.
La pradera está en flor, su aspecto es primaveral, y en primer término la anima la presencia de dos perros, procedimiento habitual de Gauguin, muy aficionado a colocar algún perro en sus composiciones, ya fueran campos o playas, paisajes de Bretaña o de Tahití.
A la derecha, entre los perros del primer término y la casa situada más atrás, se distingue una silueta de mujer que se inclina sobre la vegetación como si estuviera recogiendo algo, y cuya cofia dibuja una mancha blanca en la hierba.
Este cuadro de factura impresionista recuerda a Monet: la pintura está aplicada en finas capas mediante toques sutiles.
El lienzo fue ejecutado hacia mayo, antes de la visita de Émile Bernard en agosto, que supuso una revolución pictórica para ambos artistas. Emile Bernard pintó en aquellos meses Bretonas en la pradera y Gauguin le contestó con La visión del sermón, ambas obras maestras del sintetismo.
Aquí, la construcción sigue siendo clásica, con una perspectiva ascendente que guía la mirada hacia la línea de los chopos, que prolongan a la izquierda el collado y a la derecha el edificio. Los colores son realistas y el tema campestre evoca todavía a Camille Pissarro, primer maestro de Gauguin; la carrera de los perros es totalmente secundaria, aunque la obra haya tomado su título de ella.
Contrariamente a lo que ocurrió con muchos otros cuadros, Théo van Gogh consiguió vender éste enseguida, en noviembre de 1888, a un coleccionista de París. Catherine Puget