Arquivo de Junho, 2011

A flor que és, não a que dás, eu quero

Ad juvenem rosam offerentem
A flor que és, não a que dás, eu quero.
Porque me negas o que te não peço?
Tão curto tempo é a mais longa vida,
E a juventude nela!
Flor vives, vã; porque te flor não cumpres?
Se te sorver esquivo o infausto abismo,
Perene velarás, absurda sombra,
O que não dou buscando.
Na oculta margem onde os lírios frios
Da infera leiva crescem, e a corrente
Monótona, não sabe onde é o dia,
Sussurro gemebundo.
Ricardo Reis, 1923
Hans Baldung Grien – “Three Ages of Man”, 1539

O meu Gaugin favorito no Thyssen

Na passagem do centésimo sexagésimo terceiro aniversário do nascimento de Paul Gaugin, partilho com entusiasmo este “Rua de Rouen” de 1884, que trouxe como recuerdo da visita à Colecção Carmen Thyssen-Bornemisza.
Obrigatório, numa passagem por Madrid!

Museo Thyssen- Bornemisza | Paul Gaugin - Street in Rouen_1884

Calle de Ruán es uno de los más ambiciosos paisajes —y de mayor formato— de los pintados por Gauguin durante su estancia en esta localidad del noroeste de Francia entre enero y noviembre de 1884. En ese periodo, en el que dejó de ser un pintor amateur y comenzó a dedicarse de forma plena a la pintura, Gauguin realizó numerosos paisajes y algunos retratos y naturalezas muertas. Pintado con un estilo impresionista, de pinceladas discontinuas aplicadas con toques muy uniformes, en el que aún se aprecian deudas de Cézanne y Pissarro , representa una solitaria calle de las afueras y no un paisaje puramente campestre como puede parecer a primera vista. Según recoge el reciente catálogo razonado de Daniel Wildenstein , los árboles de la derecha de la composición podrían identificarse con los del cementerio monumental de Ruán, situado muy cerca de los barrios de Bihorel y de Sapins , donde residía el artista.
El tratamiento en perspectiva de caminos y calles era, en 1884, uno de los motivos fundamentales del impresionismo pero, tal y como señala Ronald Pickvance , «Gauguin introduce una provocativa variante al utilizar este tema con un brusco giro en la carretera que diluye la inevitable curva en el final de la composición, permitiendo así cerrar el espacio del fondo» . A ese punto de fuga están anclados los grandes chopos, que hacen de contrapunto vertical de la acentuada línea oblicua del camino y junto a los que se puede entrever un grupo de casas. Según ha apuntado Guillermo Solana, esta manera de «(no) mirar la ciudad desde el campo» le sirve a Gauguin para acentuar la soledad bucólica de esa figura femenina de espaldas, el único personaje de la escena . Este modo de evocar la soledad a través del tratamiento del paisaje, sobre todo en el gran espacio abierto del primer plano, es interpretado por Sarah Whitfield como un primer paso hacia la pintura más expresiva y simbolista de los años posteriores .
Por su tamaño, por su temática y por su estilo, es bastante creíble la hipótesis de que se trate del cuadro que Gauguin expuso en la octava y última exposición impresionista de 1886 con el título de Camino de Ruán . Gauguin presentó diecinueve pinturas y un pequeño relieve que había regalado a Pissarro en 1882. La crítica reaccionó con bastante indiferencia ante las obras del pintor, aunque aparecieron algunas menciones a su trabajo, como la del crítico Gustave Geffroy , que escribía: «M. Gauguin ha expuesto diecinueve telas entre las que hay algunas naturalezas muertas, pero sobre todo paisajes. Ha elaborado sauces, pequeñas charcas, alrededores de granjas, caminos, y ha bosquejado una vista de Ruán. Hay una gran consistencia en la mayor parte de estos estudios y la armonía es el efecto dominante» .
Paloma Alarcó

A música, sim a música…

A música, sim a música…
Piano banal do outro andar.
A música em todo o caso, a música..
Aquilo que vem buscar o choro imanenre
De toda a criatura humana
Aquilo que vem torturar a calma
Com o desejo duma calma melhor…
A música… Um piano lá em cima
Com alguém que o toca mal.
Mas é música…
Ah quantas infâncias tive!
Quantas boas mágoas?,
A música…
Quantas mais boas mágoas!
Sempre a música…
O pobre piano tocado por quem não sabe tocar.
Mas apesar de tudo é música.
Ah, lá conseguiu uma música seguida —
Uma melodia racional —
Racional, meu Deus!
Como se alguma coisa fosse racional!
Que novas paisagens de um piano mal tocado?
A música!… A música…!

Álvaro de Campos, 1934
Gravura de Hans Baldung Grien “Music”, 1529

La gran portuguesa, de Robert Delaunay

Robert Delaunay – Portuguesa (La gran portuguesa), 1916

Robert y Sonia Delaunay estaban veraneando en San Sebastián cuando estalló la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914. El hecho de que Robert hubiera sido declarado en 1908 inapto por razones médicas para el servicio militar les permitió quedarse en España, que era país neutral; una opción a la que también les inclinaban sus convicciones internacionalistas y pacifistas. En el otoño de ese año los Delaunay se instalaron en Madrid donde permanecieron hasta junio de 1915, fecha en la que, tras un viaje a Lisboa, decidieron establecerse en Vila do Conde, cerca de Oporto. Permanecieron allí hasta marzo de 1916, y, tras otra estancia española en Vigo a mediados de ese año, volvieron a Portugal, y se establecieron en Valença do Minho, donde residieron hasta comienzos de 1918, fecha en la que se instalaron de nuevo en Madrid.

Durante su larga estancia portuguesa, Robert y Sonia Delaunay contribuyeron decisivamente a la actividad del grupo Orfeu, proyección portuguesa del Simultaneísmo promovido en 1913 por Apollinaire y Delaunay en París cuyo objetivo último era construir el equivalente artístico de la experiencia vital del hombre moderno. Las rentas que recibían de sus respectivas familias (y que acabaron, en el caso de Sonia, a finales de 1917 por efecto de la Revolución Rusa) les permitieron una dedicación exclusiva a la pintura. La estancia en Portugal es así uno de los períodos creativos más felices y fructíferos del matrimonio Delaunay.

Aunque en 1912 y 1913 Delaunay había realizado pinturas totalmente abstractas -en el sentido de que carecían totalmente de referencias figurativas- la abstracción tenía para él, más que un valor artístico en sí mismo (como para Kandinsky y Kupka), un valor instrumental al servicio del Simultaneísmo. Los cuadros más ambiciosos y de mayor tamaño que pintó en los años posteriores a un descubrimiento de la abstracción, empezando por el célebre Homenaje a Blériot de 1914, son figurativos, aunque incluyen zonas configuradas como pinturas abstractas.

«Las leyes científicamente descubiertas por Chevreul […] pudimos observarlas Robert y yo en la naturaleza cuando estábamos en España y en Portugal, donde la irradiación de la luz es más pura, menos brumosa que en Francia», escribió Sonia Delaunay1. Robert, por su parte, subrayó la significación de la experiencia portuguesa: «A la luz fría y transparente de Madrid le sucede una serie de cuadros, estudios hechos bajo los rayos del sol más humano, más próximo, de Portugal. Ese país en el que, apenas llegamos, nos sentimos envueltos en una atmósfera de sueño, de lentitud […]. Contrastes violentos de manchas de color en los vestidos de las mujeres, de los chales variopintos con verdes frescos y metálicos de sandías. Formas, colores, mujeres que desaparecen entre montañas de calabazas, de legumbres, en los mercados hechizados por el sol […]».

Las obras pintadas, tanto por Robert como por Sonia Delaunay, en Vila do Conde parecen responder a esta evocación. Todas arrancan de la experiencia del mercado rural y están relacionadas entre sí como una serie sistemática de estudios que culminan en tres cuadros de gran formato estrechamente relacionados entre sí: La escanciadora (Habasque, n.º 189), perteneciente al Musée national d’art moderne de París, Naturaleza muerta portuguesa (Habasque, n.º 186), perteneciente al Musée d’Art Moderne de la Ville de París, y Portuguesa (La gran portuguesa)(Habasque, n.º 177), que se comenta aquí. El primero, de dimensiones menores que los otros dos, es también el más figurativo. Naturaleza muerta portuguesa y Portuguesa (La gran portuguesa) tienen dimensiones y composiciones parecidas, salvo por la presencia de la figura a la que se refiere el título de la segunda de las obras.

El peculiar efecto de saturación cromática que producen los cuadros pintados por Delaunay en Portugal se debe al uso de una técnica especial, variante de la encáustica, en la que el pigmento se aglutina con una mezcla de aceite y de cera. Este método, que los Delaunay habían aprendido en París del pintor mejicano Zárraga, asegura, además, una mayor persistencia a la luminosidad de los colores, pero su práctica es lenta y laboriosa y los Delaunay la abandonaron tras su estancia en Portugal.

El cuadro que aquí se comenta aparece con el titulo Portuguesa en el catálogo de Habasque y en toda la bibliografía anterior a 1985. En fechas recientes, a partir de la retrospectiva del Musée d’Art Moderne de la Ville de París (1985), se ha generalizado el titulo La gran portuguesa. Lo seguimos porque permite distinguirlo de otros cuadros, de formato notablemente menor, que llevan títulos parecidos –Portuguesas(Habasque, n.º 166); Mujer portuguesa (Habasque, n.º 172)- o idénticos –Portuguesa(Habasque, n.º 176)-.

Tomàs Llorens

Musica Aeterna – Philippe de Vitry

Assinalada na próxima quinta-feira, dia 9, a efeméride dos 650 anos da morte de Philippe de Vitry (1291-1361), poeta, matemático e influente teórico autor do tratado “Ars Nova”, onde, nos dez últimos capítulos, se apresentam formulações normativas para novos conceitos de ritmos e de notação. Para além de criações de sua autoria extraídas do “Roman de Fauvel”, que constitui uma alegoria satírica à Igreja de Roma e apresenta uma forma bastante expandida do poema com grande número de interpolações monofónicas e polifónicas, acompanham também outras de autores anónimos do período da Escola de “Notre-Dame” e do franco-flamengo renascentista Nicolas Champion. Por João Chambers.

Para quê tanta pressa?

O corpo não espera. Não. Por nós
ou pelo amor. Este pousar de mãos,
tão reticente e que interroga a sós
a tépida secura acetinada,
a que palpita por adivinhada
em solitários movimentos vãos;
este pousar em que não estamos nós,
mas uma sêde, uma memória, tudo
o que sabemos de tocar desnudo
o corpo que não espera; este pousar
que não conhece, nada vê, nem nada
ousa temer no seu temor agudo…

Tem tanta pressa o corpo! E já passou,
quando um de nós ou quando o amor chegou.

Poema de Jorge de Sena | Gravura de François-Edouard Picot – Cupid and Psyche, c.1817